Cuando hablamos de bullying nos referimos a actitudes de acoso reiteradas que tienen su origen en el entorno escolar, pero que se pueden trasladar a situaciones fuera del colegio. Las edades en las que aparece con más frecuencia este tipo de actitudes son de los 12-15 años, aunque el bullying se puede extender a otras edades.

Encontramos tres actores principales que aparecen en el escenario del acoso escolar: el acosador, la víctima y el observador.

El acosador

Suele ser un niño que ha aprendido que obtendrá un beneficio (sentirse respetado; sentirse “alguien” en un grupo; obtener otro tipo de atención) si ejerce poder sobre los demás. Este aprendizaje ha podido tener lugar tanto implícita- como explícitamente en el núcleo familiar o bajo la influencia de el modelo cultural tradicional. El niño acosador buscará entonces a un compañero del que perciba alguna debilidad para poder someterle y así sentir cierto control y poder.

También es habitual que este niño conviva en un entorno familiar conflictivo que le genere sufrimiento y en el que se sienta indefenso. Es en el colegio, con el grupo de iguales, donde se atreve a expresar su frustración que en este caso aparecerá en forma de dominio.

La víctima del bullying

Suelen ser niños que muestran alguna diferencia con el resto del grupo, pudiendo ser ésta de tipo interno u externo (ser más callado, ser miedoso, ser extranjero, tener gafas, ser bajito, estar más rellenito…). Además, es habitual que las víctimas tengan una baja autoestima y por tanto muestren dificultades para defenderse de los ataques que reciben.

El observador

Constituye una figura que muestra una actitud más pasiva, pero a la vez fundamental para que el acoso se perpetúe. Identificamos diferentes roles dentro del papel del observador:

  • Ayudante del acosador: ayudan activamente al acosador en las conductas de abuso dirigidas a la  víctima.
  • Reforzador del acosador: proporcionan feedback positivo (por ejemplo, risa) que hace sentir  al acosador que lo que hace esta bien.
  • Pasivo: son niños que se retiran y no toman partido por nadie. Ni le ríen las gracias al acosador ni defienden a la persona que sufre el abuso.
  • Defensor de la víctima: muestran valor y dan la cara por los acosados, ya sea haciéndolo público en clase, mostrando su apoyo a la víctima en privado u hablando con los profesores acerca del tema.

Diferentes investigaciones han mostrado que el papel del observador es fundamental para acabar con el bullying, ya que la atención y aceptación que éste le proporciona al acosador, es lo que le alimenta  y fortalece sus conductas abusivas

Por su parte, se ha visto que cuando se les pregunta a las víctimas al de un tiempo por su experiencia de acoso en el colegio, coinciden en que echaron en falta sentirse entendidas y apoyadas  por algún compañero de clase. No sentirse acompañado por el grupo de iguales puede generar la idea errónea en la víctima de “me lo merezco; algo he hecho mal, porque sino alguien me hubiera defendido”.

Algunas de las barreras con las que nos encontramos para que el observador se posicione frente a una injusticia son las siguientes:

  • Sólo son bromas
  • Yo no soy un chivato
  • Yo no puedo cambiar nada
  • No me quiero meter donde no me llaman
  • Tengo miedo de que me lo hagan a mi
  • Esa persona se lo merece

Para frenar el bullying es aconsejable involucrar al grupo al completo, a través de la educación en el respeto por la diferencias, aceptando que todos tenemos debilidades y fortalezas y que no necesitamos hacer sentir al otro pequeño para percibir nuestra grandeza como personas.

Es importante que el acosador reciba atención y valoración por otro tipo de conductas más sanas, que la víctima desarrolle recursos personales que la permitan poner límites y que el observador se implique en la realidad que le rodea tomando consciencia de las acciones injustas y de que todo cambio comienza con un paso, sea pequeño o grande.

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