¿Quién soy? Es una pregunta que se escucha a menudo en el contexto terapéutico, pero que creo que también muchas personas se la han podido plantear en algún momento de su vida, en el que se han visto estresadas, perdidas, siguiendo una inercia y sin pararse a ver lo que necesitan ni hacia dónde quieren ir.

Experiencias que te han marcado y de las que has podido percibir que hay cosas que tú haces, que expresas, que muestras o que no muestras y que no están bien, porque te hayas sentido juzgado, te han podido hacer creer que hay partes de ti que están mal.

Por ejemplo, uno de los valores predominantes de nuestra cultura es el valor por el trabajo y el éxito en el ámbito laboral, el cual puede llevar a que haya personas que prioricen ese ámbito de su vida por encima de su vida familiar o personal. La creencia en su mente de que hay que “hacer, hacer, hacer y llegar, llegar, llegar” puede alejarlos de sí mismos, de lo que necesitan como personas y no como “recursos que producen”.

También puede ser que hayan aprendido que no lograr un determinado estatus, casa o pareja es un fracaso y que esa sensación los lleve a anestesiarse y a trabajar como máquinas o a tener relaciones en las que falta comunicación, afecto, respeto y cuidados mutuos, porque así se hace un “check” en la vida, así se encaja y se es buen ciudadano.

Para que uno se dé cuenta de esto, tiene que dedicarse tiempo a sí mismo. Se trata de dejar a un lado imposiciones rígidas que supuestamente dan la felicidad para poder parar y preguntarse: ¿Cómo estoy? ¿Qué necesito? ¿En qué situaciones estoy más cómodo? ¿Qué gente me gusta más? ¿Qué tipo de personas me transmiten buenas sensaciones? ¿Qué cosas se me dan bien? ¿Qué cosas no se me dan tan bien? ¿Qué cualidades y qué limitaciones tengo? ¿En qué aspectos siento que tengo que seguir creciendo? y ¿Qué cosas tengo que aceptar que no puedo cambiar de mí mismo, porque no se le pueden pedir peras al olmo? Las preguntas pueden seguir o variar, la idea es que te conozcas, sin juzgarte.

Aunque haya respuestas que no te gusten, aunque haya cosas de ti mismo que no te gusten, es justo y sano que te aceptes. Al igual que a un amigo lo aceptas y lo quieres con sus cosas buenas y malas tú mereces lo mismo, porque eres humano igual que él.

Esas respuestas te ayudan a conocerte, te van guiando y te permiten tomar decisiones que te lleven a vivir una vida en la que estés más cómodo y en la que te sientas más “tú”. Ninguna persona es una etiqueta rígida, sino que lo que es en su esencia es algo más fluido e intangible.

El camino del crecimiento personal es un camino de observación, de aceptación, de enfrentar miedos, tomar decisiones y de tratar de aprender lo que es querer bien, empezando por uno mismo.

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